miércoles, 31 de enero de 2007

Dolor...

He vivido pérdidas, como todos...; he visto perder muchas cosas...
Sin embargo sigo sintiendo empatía ante el sentimiento del dolor ajeno...
Pienso que el dolor es difícil de fingir en realidad, suele dejar una expresividad en los ojos y en la voz que emana del interior, más susceptible y verdadero.

No podemos distinguir los límites de cada dolor humano, porque cada cual lo siente de una manera subjetiva o personal; pero todos lo padecemos con angustia y sufrimiento.
Sí podemos distinguir entre dolor físico y dolor emocional, aunque la gran mayoría de las veces pueden ir acompañados.
No es fácil su contención o su control.
Incluso cuando es ajeno, la profundidad de sentimientos que provoca, nos embarga a todos.

Vivimos rodeados a diario de escenas de dolor que nos llenan las televisiones, de duras historias contadas, con dolor extremo, por sus protagonistas en la radio; y además en la realidad, en vivo y directo, podemos encontrarlo en nuestras vidas en cualquier momento.
Toda una cruz para llevar a cuestas en la vida diaria...

Ante la globalización del dolor podemos inmiscuirnos solo en nuestros asuntos y sentirnos impasibles ante él; sin embargo, cuanto mayor sea el contacto entre el dolor y nosotros mismos se puede producir un mecanismo defensivo que nos llevaría a la insensibilización.

¿Cuánta humanidad y solidaridad nos queda aún mientras sintamos el sufrimiento como algo tan cotidiano?
¿Estaremos perdiendo el sentido social de la humanidad?
La indiferencia se incrementa cada día, mientras no seamos nosotros los afectados; incluso el hecho de implicarnos emocionalmente con situaciones dolorosas se evita, en lo posible.

¿Nos escondemos frente dolor? Quizás en esta sociedad hedonista principalmente, lo más importante sea esconderlo. Las imágenes crudas, las emociones fuertes no son plato para degustar...

Aunque no seamos masoquistas, debemos reconocer que mientras estoy escribiendo este texto, son muchos los seres humanos que sufren; incluso han aparecido imágenes en televisión de un maltratador de animales que han sido emitidas recientemente, creando, sin dudas, también bastante impotencia y angustia por ello.

¿Reaccionamos ante un dolor cercano de la misma forma que ante uno distante? Indudablemente no; la cercanía nos conmueve más, pero no por ello es menor el daño sufrido...

Sin embargo, lo importante es plantearse todo lo sinceros que podemos ser si no nos escondemos ante el dolor, si le plantamos cara...
Si reconocemos que es tan natural como la risa...
Seguramente, en más de una ocasión, tendremos que convivir con él; pero, al igual que la felicidad, el dolor, emocionalmente, también se puede compartir; aunque socialmente no sea práctica tan común...
El dolor no nos excluye, nos unifica.
¿Seremos capaces de conseguirlo?


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