miércoles, 21 de marzo de 2007

Regalos....


El regalo de escuchar:


Brindar a alguien nuestra capacidad de recibir su palabra, es una generosidad excelente que no tiene precio.
Escuchar significa atender totalmente lo que dice el semejante con palabras y gestos, comprender sin interferir con nuestro ruido personal.
Es acallar la propia necesidad de hablar para estar ahí, es prestar los oídos, es uno de los regalos más humildes, sencillos y agradecidos que pueden ofrecerse a las personas más queridas.


El regalo de una sonrisa:

Una sonrisa hermosea cualquier rostro; es un feliz agasajo que nada cuesta y lo dice todo…

El regalo de la poesía, del canto o el baile:

Quien puede expresarse plenamente con la voz, la palabra o el silencio tiene en su haber todos los recursos posibles del mundo para nombrar en el canto, una y otra vez, el mejor y más esperado de los regalos :<>
Abrazar un cuerpo en el baile es compartir musicalmente la liviandad de la existencia…
La belleza de los movimientos despierta el corazón, al ritmo de sus mejores latidos, es una ofrenda perfecta de muy bajo costo.

El regalo de una mirada:

Si es cierto que los ojos son la ventana del alma, los párpados son las persianas que protegen, de la mirada del otro, los secretos más íntimos del corazón.
Mirar a los ojos es aceptar la mirada del otro en un diálogo de subjetividades, es entrega y admisión:
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Desviar la mirada, por múltiples razones, es estar cerca, pero no unido. Es fácil comprobar la fuerza de una mirada de simpatía. L ausencia de unos ojos francos o la negatividad de una mirada de soslayo nos pueden hacer desaparecer en el horror.

El regalo de la ternura:

Un cumplido, una notita, un dibujo, un beso inesperado, una caricia, un abrazo, un piropo, un guiño, enseguida alegran los ánimos.
La sorpresa de un masaje en todo el cuerpo, la alegría de encontrar que nuestros deseos son cumplidos…
A todos nos conmueve sentir que nos estamos enamorando de nuevo, de instante en instante. Es disfrutar del día en tecnicolor, celebrar el momento, entusiasmarse con la fragancia de los jazmines, con la belleza de los atardeceres.
Es compartir la tibieza de una mano cómplice, la distinción y la elegancia de los lirios del campo, es regalarse al otro por unos segundos únicos.





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